El talento es otro de los grandes conceptos tocados por un halo de prestigio en el mundo de la gestión. Talento, entre otras, era una moneda griega de cierto valor inmortalizada por la parábola evangélica (Mt 25, 14-30) en la que tres trabajadores administraban de forma desigual los talentos que recibían. Así, decir que alguien tiene talento, es adornarlo con virtudes excelentes para un arte. De un concepto relacionado casi exclusivamente con el mundo artístico, en especial al musical –recordemos a Mozart, a Vivaldi, a Haydn, a Beethoven,… la palabra se ha irradiado a la gestión, al trabajo, quizá en parte por la necesidad que todos tenemos de sentir que hacemos algo extraordinario en nuestro trabajo diario, la aparición de los talent shows en televisión, quién sabe… Hablar ahora de profesionales de talento es hablar de personas que hacen su trabajo de forma excelente.

Una de las preocupaciones de toda organización es que se le vayan los mejores, que esta no pueda contar con las capacidades de quienes sabe que hacen su trabajo por encima de la media. ¿Qué pasa si las empresas de la competencia, o de otros sectores, son capaces de captar buenos profesionales y nosotros nos tenemos que conformar con lo que nos llega? ¿Somos un club de regional preferente formado por aficionados o aspiramos a ganar alguna liga en lo nuestro?

Así pues, tenemos, con los recursos de que dispongamos, que lanzarnos a buscar talento hasta debajo de las piedras. Para ello, hay que abandonar algunos de los ‘introyectos’ –como se dice en la terapia gestáltica, palabras y frases que no nos aportan nada bueno- que hemos asumido hasta la fecha, y sustituirlos en nuestros sistemas de búsqueda de competencias. Ahora es el tiempo del talento, de la visión global. Del ‘Yo solo estoy aquí para hacer mi trabajo’ o del ‘con lo que me pagan, que no esperen que aporte, además ideas’ es preciso evolucionar. O si no, ‘nos evolucionarán’ a fuerza de realidad. ¿En qué baso este cambio del concepto de competencia al de talento, mucho más integrador?

Mientras que la competencia está relacionada con una suma de aptitudes para conseguir los objetivos de la organización, el talento está relacionado con la detección de personas virtuosas, completas y proyectables dentro de la empresa. En otras palabras: cuando las compañías insertan -en sus ofertas de empleo- competencias buscan realmente un puesto de trabajo o una descripción profesiográfica concreta. El talento, en cambio, está relacionado con el ‘total’ del individuo, con la historia, las capacidades y la proyección del mismo en su línea vital. No se puede separar, como sucede con el liderazgo al estilo de Mintzberg, el virtuoso, de su obra; el profesional, de sus recursos.

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Veamos; entonces… ¿dónde buscar el talento? Yo a las cabañas bajé / yo a los palacios subí / yo los claustros escalé (Don Juan Tenorio, Primera parte, acto I, escena XII)… Pues sí: hay que explorar y buscar el talento. ¿En la universidad? No solo. ¿Solo y todos los recién titulados tienen ese talento que buscamos? ¿En la competencia? Misión imposible. Muy caro y muy complicado. Mi propuesta: Ir a la sociedad, a grupos informales, a clubes o asociaciones filantrópicas en donde hay personas que destacan por mil cosas. No usemos los cauces formales de selección. Si el talento, como hemos visto  solo ofrece competencias, y está relacionado con la persona en su conjunto, no lo encontraremos en una impersonal plataforma de empleo, que solo presenta una pequeña porción del iceberg, sino en otros ocultos lugares. Es necesario confiar más en la intuición, educar más nuestro olfato para detectar talento, como hizo Andrea del Verocchio con el niño Leonardo Da Vinci cuando lo tuvo en su taller durante meses dedicado en exclusiva a mezclar colores, como han hecho en la historia tantos maestros de escuela que animaban a los padres, sencillos labradores, para que su hijo prosiguiera los estudios. Como hacen los ojeadores de los equipos de fútbol, que recorren el mundo sin otra herramienta que su olfato para encontrar al crack.

talento2En resumen, consideramos que competencia no es igual a talento. Mientras las primeras son objetivas, el segundo agrupa y atrae la totalidad de individuo. Por eso, el selector de personal con arreglo al talento, debe ser un humanista, alguien que sea capaz de impulsar y proyectar a la persona en todos los aspectos de su vida.