Cuando a un joven se le habla de futuro, es probable que este responda: ‘¡Pero si yo estoy muy a gusto en el presente!’ Si a ello se le suma la incertidumbre propia del devenir, ya tenemos los dos únicos elementos para que precipite el veneno de la apatía: conformismo y pesimismo. En estas líneas, joven que me lees, profundizaré sobre estos dos peligros que dificultan una vida plena para ti.

RECUERDO esas eternas tardes de verano, a la hora suprema de la siesta, en la que mis padres dormían despreocupados. Los tres hermanos pasábamos esas horas con inventos, juegos, teatrillos, manualidades… Si el aburrimiento amenazaba con hacer de nosotros niños flojos, sin energía, nosotros (mequetrefes de 8 años) intentábamos responder al tedio con imaginación. Desde entonces, varias décadas después, he reivindicado la imaginación como una de las mejores vías para vivir más intensamente.

La imaginación ayuda a soñar, crea y recrea, y enseña a ser feliz a pesar de los problemas. Tan solo es necesario quitarse de enmedio a los dos ingredientes: el conformismo y el pesimismo, que, juntos, como el vinagre y el bicarbonato, provocan una reacción letal para tu vida, que tiene el nombre de apatía, es decir, ausencia de ánimo (ἀ–πάσχω). Vayamos por partes:

a) El conformismo o la pereza llevada a su extremo mental.

Juan ha obtenido un seis en su examen de Administración de Empresas. El examen no lo realizó en su mejor momento, ni había estudiado lo suficiente para aumentar esa nota. El profesor ofrece a todos los alumnos la posibilidad de mejorar la calificación con un examen extraordinario o un trabajo monográfico. Juan se dice: “No merece la pena; al fin y al cabo he aprobado. No quiero realizar un esfuerzo adicional para sacar más nota.” Juan es un claro ejemplo de conformismo, con el que no solo renuncia a superarse, sino que también rechaza mejorarse, y consigo, al mundo que le rodea.

web26El conformismo no solo nos empobrece, sino que supone una forma larvada de irresponsabilidad social, mediante la que no desarrollamos nuestro talento ni lo ponemos al servicio de los demás.

Hay muchas formas de conformismo, si bien todas tienen su origen en la falta de entusiasmo y de capacidad de lucha que, en plena juventud, llama la atención. Se trata de una contradicción en los términos: joven y conformista, contradicción que podemos observar en más ocasiones de las deseables.

Conformarse no es resignarse (la resignación es una virtud ancestral que supone la aceptación confiada de los acontecimientos inevitables de la vida); tampoco es ser prudente (la virtud de la prudencia nos lanza a actuar inteligentemente en diversas direcciones): conformarse es vivir al ralentí.

A la hora de construir el futuro no caben los conformistas. ¿Os imagináis a un Gandhi conformista?, ¿a un luchador de cualquier causa conformista?, ¿a un negociador, un profesional, una madre de familia conformistas?

b) El pesimismo o la renuncia a cambiar el mundo

Lourdes es consciente de que todos los empleos están ‘dados’ de antemano. Todas las entrevistas que ha realizado se han saldado con un “ya te llamaremos” que no ha hecho sino entristecerla y sumirla en un estado de pesimismo.

El pesimismo empaña los cristales existenciales y dificulta las relaciones humanas y organizativas. Para un joven, además, el pesimismo supone un bloqueo a la imaginación, a los sueños y a los sentimientos más nobles que hay en su corazón. El pesimismo es la soga que nos ata al noray, en el puerto de la vida, y por la que no podemos hacernos a la mar.

Dice el adagio cínico que un pesimista es un optimista bien informado. No cabe afirmación más pesimista. La información es importante, pero no determinante, para fijar la actitud ante los problemas. Es más: tu vida se va tejiendo de buenos y malos momentos, de venturas y decepciones, de alegrías y dolor, y del que el pesimismo te va a hacer perder gran cantidad de buenos instantes. Es como si te dan el premio Nobel y te quejas de que te llega tarde, o de que bien podrían habértelo dicho de otra forma.

Juntos, conformismo y pesimismo, actúan para provocar una reacción en tu corazón: la apatía. Nada te importa, nada te interesa fuera de lo inmediato,… lo que denomino como cultura del Gin-Tonic: solo me interesa lo que acontece en el tiempo que dura una copa. El más allá no existe. El mañana no interesa porque el mundo juega con cartas marcadas y es imposible competir en idénticas circunstancias. La apatía (conformismo + pesimismo) neutraliza tus sentimientos, corta de raíz tus sueños y te deja náufrago en el aquí y el ahora.

c) El antídoto contra la apatía: mirar más allá.

¿Qué hacer? Para empezar, es necesario ampliar el campo de visión. Como un burrito a quien quitamos las orejeras para ver mejor en amplitud de campo. Pero esa amplitud debe también ir acompañada de profundidad: ver más y ver mejor. Puedes ampliar tu capacidad de observación interesándote más por el mundo que te rodea, cultivando una afición o, sencillamente, disfrutando de las inmensas posibilidades que te da la naturaleza (caminar, viajar, investigar…). El apático no siente (deja a un lado la pasión, el sentimiento); en cambio, el soñador se enamora de la vida a cada paso. Cada acontecimiento es para él un motivo para activar su imaginación con infinitas posibilidades creativas. Imaginar nuevas escenas, convertir en nuevos los sucesos cotidianos, es una forma de virtuosismo de las cosas, de entrega a un ideal.

Si eliges el futuro frente a la apatía debes dejar a un lado el conformismo y el pesimismo y ceñirte a la espalda las alas de los sueños. Explorarás nuevos mundos y descubrirás algo (mucho) más acerca de ti mismo, que es el ‘más difícil conocimiento que pueda imaginarse’ (El Quijote, capítulo LXII). No te dediques a mirar qué quieres hacer en la próxima media hora, en la próxima tarde… Piensa que todo lo que haces te está ayudando a configurar aquello que quieres ser en tu vida. En otras palabras: No pienses a corto plazo; sueña, fija lejos tu mirada y sigue tu plan.

El futuro para un joven como tú está más cerca de lo que crees. El futuro lo vas construyendo con cada decisión que tomas. Y el gran enemigo de tu futuro es la prisa. Tómate tiempo para definir qué quieres ser en la vida. Y si todos los acontecimientos que te van sucediendo los vas colocando, como las figuras de un Tetris, de acuerdo con tu ideal de vida, habrás hecho que los acontecimientos ‘trabajen para ti’. Todo lo que te suceda, desde entonces, será en tu beneficio.

La alternativa es apatía o futuro. Tú decides.