¿Escribir un libro?, ¿iniciar un proyecto?, ¿fundar una organización? Todos podemos hacerlo. Todos podemos condensar nuestras energías vitales en un momento o hito determinado y ¡zas! aparece el presumible milagro.
El ser humano esta dotado de una gran iniciativa. Se rebela instintivamente cuando ve algo mejorable en su entorno, por pequeño que sea, y se lanza a modificarlo, reformarlo, repintarlo o devolverlo a su estado original. Todos nacemos con una capacidad innata -y generalmente incondicionada- para la acción, esa que se concreta en hechos, proyectos y decisiones.
Pero no te engañes, querido lector: esto es humo. Un golpe de creatividad, un arrebato de fortuna o unas arrobas de iniciativa no bastan. Lo que importa es mantenerse. El escritor que se ufana de haber escrito su primera obra y que, a juzgar por su poca perseverancia, se convierte en la única; el fundador que lleva a cabo una obra encomiable y que, cansado o hastiado de las dificultades, la deja morir; el profesional que alcanza los objetivos y se contenta con marcar una muesca más en su currículo sin mantenerse, son ejemplos de acción sin perseverancia, ruido sin nueces, pirotecnia sin seguimiento.
Todos albergamos en nuestro corazón y en nuestra mente grandes proyectos. La vida no se entiende sin ideales altos. La clave no está en soñar con aquellos, sino en mantenerlos, perseguirlos, luchar por ellos, y, una vez alcanzados, perseverar en la exigencia, en los principios que inspiraron la obra y en la ilusión que ya no es como la del primer día. Como los atletas que van exigiéndose cada día, nuestra actividad deberá mantenerse dentro del cuadrilátero de la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, las cuatro virtudes en las que perfectamente podemos encuadrar el juego de la vida. Prudencia, para saber cuándo avanzar a un ritmo determinado en nuestro proyecto; justicia para determinar la ética e idoneidad de las actividades y personas con las que nos embarcamos; fortaleza para no venirnos abajo ante las dificultades seguras; y templanza para encarar los embates del viento con buen humor. Crear, sí, pero mantenerse, más.