Adjuntamos el texto íntegro de la conferencia dictada en la ciudad de Plasencia con motivo del día del Centro, el día 3 de marzo de 2016.
Excelentísima señora Vicerrectora, ilustres autoridades, profesores, alumnos, amigos todos:
El Centro Universitario de Plasencia ha tenido la generosidad de invitarme a pronunciar esta conferencia con motivo del Día del Centro. Quiero que mis primeras palabras sean de agradecimiento a esta Casa, que, desde sus orígenes en 1973, entronca su historia con la de la muy noble, muy leal y muy benéfica ciudad de Plasencia y con la de la propia Universidad de Extremadura. Siempre que he tenido ocasión de venir a este Centro me he encontrado la hospitalidad como su sello indeleble. Recuerdo, por ejemplo la brillante defensa de la tesis de la doctora de la Calle, con el país aún convulsionado por el atentado terrorista en la estación de Atocha de Madrid del 11 de marzo de 2004; recuerdo vivamente las diversas visitas a este Centro acompañando a investigadores y profesores de Universidades extranjeras, durante las que se quedaban admirados por la profesionalidad, la seriedad y la dedicación de su claustro y su personal. También, en esta soberbia Aula Magna han tenido lugar memorables jornadas de nuestro querido Club de Debate, que fundamos hace ahora diez años y por el que han pasado cientos de universitarios.
El título que he elegido para esta lección es “La batalla por el talento: reflexiones para los universitarios que entran en el mundo laboral». Cuando hace unas semanas, me dirigía a la subdirectora del Grado de ADE, doña Ana Vicente, para pedirle más información sobre el objetivo que perseguía esta conferencia, ella, escuetamente, me dijo: motívalos. Motivar es, en efecto, dar motivos. El diccionario Oxford define motivar como “proveer a alguien de una razón para hacer algo”, es decir, para actuar o comportarse de un modo determinado.[1]
Por eso, me dispongo a ofrecer en estos minutos algunos motivos para que un universitario del siglo XXI tenga en cuenta en el momento crucial de su vida; algunas razones por las que decide tomar un camino que se abre ante él. Es el momento de las grandes decisiones, pero me pregunto si no estaremos todos ahora, sea cual sea nuestra edad, en una circunstancia parecida. Cada etapa de la vida aparece como la posibilidad de realizar de un modo peculiar el sentido nuclear de la existencia[2], por lo que también el contenido de mis palabras, hoy, puede inspirar a todos los que se sienten con fuerzas y con arrojo de aceptar su vida y proyectarla de forma fecunda.
Gordon Allport, en el prólogo que escribió para la obra del célebre psiquiatra -fundador de la logoterapia- Viktor Frankl, nos revelaba que este preguntaba a los pacientes que le llegaban aquejados de múltiples padecimientos psíquicos: “¿Y por qué no se suicida usted?” Y muchas veces, de las respuestas extraía una orientación para la psicoterapia que más tarde tenía que aplicar: a esta persona, lo que le ata a la vida son los hijos; a esta otra, un talento o una habilidad sin explorar; a esta otra, unos cuantos recuerdos que merece la pena rescatar del olvido.[3] Así, si sabemos qué nos motiva, qué llena nuestra vida, podremos llegar a conocernos mejor, como dijo Don Quijote a Sancho:
“(…) has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey; (…)”[4]
Ese conocerse a uno mismo[5], que lleva campeando por la filosofía desde los presocráticos[6], es el supremo conocimiento del ser humano. Porque yo soy mis obras, soy el fruto de mis decisiones, soy un entramado de razones, de sentimientos, de voluntades… nada humano me es ajeno; por eso, si quiero vivir plenamente no puedo huir de saber quién soy, qué me mueve a hacer lo que hago.
¿Qué motivos nos llevan a tomar una decisión que va a cambiar nuestra vida? Terminamos los estudios, dejamos atrás una formación determinada y ahora, justo ahora, es cuando se abre ante nosotros la vida laboral, el mundo real, en el que buscamos, en expresión muy acertada, ‘ganarnos la vida’. En otras etapas, como he dicho antes, decidimos cerrar un periodo de nuestra vida, fruto de un despido, un cambio de ciudad, un proceso de reflexión profunda, y damos un giro a lo que hasta entonces hemos hecho. ¿Qué hay detrás de ese proceso de toma de decisiones?, ¿qué motivos son aquellos que nos hacen lanzarnos a la aventura de ser personas?
Una rosa pintada de azul
es un motivo
Una simple estrellita de mar
es un motivo
Escribir un poema es fácil
si existe un motivo
Y hasta puede crear mundos nuevos
de la fantasía
Unos ojos bañados de luz
son un motivo
Unos labios queriendo besar
son un motivo
Y me quedo mirándote a ti
y encontrándote tantos motivos
yo concluyo que mi motivo mejor eres tú.
Como narra este bello bolero, por cierto, escrito no por un rapsoda, sino por un ingeniero civil venezolano[7], hay diversos motivos que, a mi parecer, configuran cuáles pueden ser esas razones que nos van a hacer felices en nuestra opción vocacional.
Decía Aristóteles que allí donde se cruzan tus talentos con las necesidades del mundo, allí está tu vocación. Y me estoy refiriendo a talentos, no a la carrera que uno que ha elegido. Quiero decir aquí que es perfectamente normal equivocarse en la elección de carrera: uno tiene 18 años mal cumplidos y muchos pájaros revolotean aún en su cabeza para saber a ciencia cierta qué quiere estudiar. Mi caso personal: cuando, en bachillerato, tuve que elegir entre ciencias y letras, había una chica que me gustaba y le pregunte: –¿Y tú, N***, qué vas a estudiar? –Yo, ciencias, claro –me respondió–, ¿y tú? –Pues… Ciencias. –Dije yo.
Para algunos expertos, hay en la actualidad más de 12.000 trabajos diferentes debidamente identificados, y se abre ante nosotros la terrible paradoja de la elección[8], que describe nuestra tendencia a estar menos satisfechos con nuestras adquisiciones cuantas más alternativas existan.
¿Cuáles son, por tanto las cuatro facetas que configuran nuestro talento?, ¿qué áreas de la razón humana nos pueden ayudar a expandirnos, a ser personas plenas? Hoy, ante vosotros, planteo cuatro formas de cultivar los talentos que hemos recibido y así alcanzar lo mejor de nosotros mismos.
a) La belleza del trabajo bien hecho
Cuando buscamos los motivos para hacer en la vida aquello que nos hace felices, el primero de todos es la belleza[9]. Buscamos lo bello, lo armónico, lo equilibrado, lo agradable. Hay personas que disfrutan haciendo bien su trabajo, cuidando los detalles de cada día.
Cuenta la historia que el gran escultor Fidias, allá por el siglo V antes de Cristo, cuando fue a cobrar el trabajo realizado de las grandes estatuas del friso de Partenón, se encontró con que el funcionario encargado del pago quiso regatearle la cantidad establecida, y le dijo: es excesivo el costo que usted presenta; y además ha hecho un trabajo perfectamente inútil, el esculpir las estatuas completas, cuando desde su ubicación nadie va a poder ver la parte trasera. Le respondió Fidias: –Te equivocas: los dioses pueden verlas.
Hay relación entre la belleza y la excelencia. El sentido estético es fundamental a la hora de desempeñar bien un trabajo. La belleza, además, es la hermana del bien y de la bondad. Cuando nos encontramos con alguien bueno, espléndido, que encarna los ideales del hombre preclaro, decimos de él que es una bellísima persona.
Creo con toda seguridad que estamos rodeados de belleza y no la sabemos descubrir, porque estamos perdiendo la capacidad de asombro, de estupor. Saber volverse a lo bello es una forma de cultivar el talento que yo denomino talento pincel.
Esa vuelta a lo bello requiere, sobre todo, atención. Tener el ánimo dispuesto para aprender, para dejarse sorprender, para dedicar un minuto más a una tarea, para descubrir al artista que llevamos dentro.[10]
b) La capacidad para observar la realidad. La razón.
Del mismo modo que la belleza, el asombro ante la realidad cotidiana nos permite mantener la ilusión. La capacidad para asombrarnos ante un amanecer, un grifo que se abre con agua fresca, un problema resuelto,… nos hace preguntarnos por qué; nos hace ser, a nuestra manera, hombres curiosos, hombres de ciencia. La observación de la realidad es otra de las cualidades básicas para ser felices.
Detengámonos por un momento en el célebre cuadro La escuela de Atenas, de Rafael, que se conserva en las estancias vaticanas. Fijaos en los dos protagonistas de la imponente escena. En el centro, Platón, señalando al cielo, aludiendo al mundo de las ideas. A su izquierda, Aristóteles con la palma de la mano hacia abajo, señala el mundo de la realidad, de la lógica, de la física, entendiendo por física el estudio de las cosas. Y me atrevo a preguntaros: Si por fortuna se os permitiera entrar en el cuadro, a qué corrillo os iríais, en qué lugar del mismo os gustaría estar?, ¿en el de las ideas, la visión, la imaginación…o en el de los hechos la lógica, la razón, el llamar, como decimos vulgarmente,‘al pan, pan y al vino, vino’? Los idealistas, los creativos, seréis felices hablando de conceptos, os sentiréis como peces en el agua entre estrategia, marketing, gestión de personas… Los realistas veréis abrirse ante vosotros el campo de la razón, la tierra firme de los hechos, y seréis muy útiles analizando, buscando en el camino nuevos senderos a nuevas fuentes inexploradas.
Relacionar conceptos es la clave de la inteligencia. La razón busca en la memoria para realizar juicios (inteligencia) y tomar decisiones. Las tres potencias del alma de las que hablaba santo Tomás de Aquino: memoria, entendimiento y voluntad. Este talento neurona, mediante el que, como la célula nerviosa, establecemos relaciones con el entorno, es nuestro segundo motivo de hoy.
c) El tender puentes y relaciones. La madurez de la entrega generosa. El amor auténtico y el equilibro emocional
El ser humano es un ser de encuentro. Filósofos, neurólogos, psicólogos, antropólogos… ya no dudan de la naturaleza relacional de la persona.
Desde los primeros días de gestación, ya hay elementos evidentes de comunicación entre el feto y su madre. Es como si la madre recibiera una orden de parte del feto que le dijera: “Soy yo, no te preocupes, que no soy un individuo extraño”. Así crece ese vínculo de apego y surge el equilibrio emocional. Es la primera comunicación madre-niño que se desarrolla a nivel molecular relacionada con la desactivación de la hormona del estrés y activación simultánea de la de la confianza.
Pero vayamos más allá: tener una adecuada vida de relación nos hace participar en ese trinomio amor, trabajo y cultura del que hablaba el filósofo Julián Marías.[11] El amor, el trabajo y el entorno son las tres claves, para Marías, de la felicidad.
“El amor constituye la única manera de aprehender a otro ser humano lo más profundo de su personalidad. Nadie puede ser totalmente conocedor de la esencia de otro ser humano si no le ama. Por el acto espiritual del amor se es capaz de ver los trazos y rasgos esenciales en la persona amada; y lo que es más, ver también sus potencias: lo que todavía no se ha revelado, lo que ha de mostrarse. Todavía más, mediante su amor, la persona que ama hace posible que el amado manifieste sus potencias. Al hacerle consciente de lo que puede ser y de lo que puede llegar a ser, logra que esas potencias se conviertan en realidad.”[12]
Las relaciones humanas maduras, en las que respetas la libertad del otro y en las que intentas dar más que recibir, te van a garantizar la serenidad y la paz para desarrollarte en otros aspectos de tu vida. Un matemático como Bertrand Russell afirmaba que una buena vida es aquella inspirada por el amor y guiada por la inteligencia. Debemos contar en nuestras acciones con ese talento puente para armar relaciones valiosas lejos de todo interés.
Había una vez dos hermanos, el uno soltero y el otro casado, poseían una granja cuyo fértil suelo producía abundante grano, que los dos hermanos se repartían a partes iguales. Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado todas las noches, pensando: “No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha; pero yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que en mi ancianidad tendré todo lo que necesite. ¿Quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es, evidentemente mayor que la mía”. Entonces se levantaba de la cama, acudía sigilosamente adonde su hermano y vertía en el granero de este un saco de grano.
También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo: “Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Pero yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo acaso que mi pobre hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?”. Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero de su hermano.
Un día se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda. Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se divulgó. Y cuando los ciudadanos decidieron erigir un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquel.
d) La libertad máxima
Frankl revela cuál es la última libertad que le queda al ser humano, la que le hace ser hombre de verdad:
“Los que estuvimos en campos de concentración recordamos a los hombres que iban de barracón en barracón consolando a los demás dándoles el último trozo de pan que les quedaba. Puede que fueran pocos en número, pero ofrecían pruebas suficientes de que al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias- para decidir su propio camino.”[13]
La actitud ante las circunstancias va a ser lo que configure vuestra felicidad. Siempre vais a tener ocasiones para elegir. Con vuestra presencia aquí ya estáis eligiendo. Habéis decidido, con cierta libertad, venir a este acto. Además, también podéis elegir con qué actitud estar: puedo estar mirando el reloj esperando que termine ya esta conferencia, o puedo intentar participar activamente, seguir el hilo argumental; pero puedo seguir decidiendo: puedo elegir abrir los ojos y también, los más generosos de vosotros, abrir el corazón y sacar alguna clave, algún aprendizaje para vuestra vida. Decía Eugenio D’Ors que basta mirar algo con atención para que se vuelva interesante.
Hace mucho tiempo, en un pueblo muy lejano había un gran sabio. Y un grupo de muchachos quería engañarlo y establecieron un plan para lograrlo. Fueron al pueblo y se reunieron con el sabio. Llevaban un pájaro vivo en sus manos, el que sostenía el pájaro detrás de la espalda le preguntó: “Hombre sabio, ¿el pájaro está vivo o muerto?” Si el sabio contestaba que estaba vivo, él mataría rápidamente el pájaro y diría entonces que estaba muerto. Si el sabio respondía: “El pájaro está muerto”, el joven le enseñaría el pájaro vivo. El sabio permaneció en silencio durante un tiempo, luego se agachó a la misma altura del joven y le dijo: “La vida que sostienes está en tus manos, será lo que tú quieras que sea”.
Permitid que compare la vida, la propia, con una catedral. Externamente se puede adivinar una determinada forma, aunque generalmente no se pueda decir nada concluyente, pero hay que penetrar en ella para admirar realmente lo que esconde. Y nosotros, como una catedral, debemos, inspirados por la luz de la realidad, hacer que lo que nos va sucediendo ilumine con la más esplendorosa de las combinaciones. No tenemos control sobre la luz, al igual que no tenemos control sobre la naturaleza, pero podemos, en función de los colores que hagamos destacar en cada momento, ofrecer lo mejor de nosotros mismos.
Y para ello hay que saber que el camino no va a ser fácil. Estamos hiperprotegidos: en casa, en la escuela… Hiperprotegidos porque todo es susceptible, desde una perspectiva psicologista, de resultar traumático. La persona más completa es la que más haya sufrido, o, mejor dicho, la que más sentido haya dado a su sufrimiento. Porque quien crea que el sufrimiento, la ingratitud, el dolor, la enfermedad, la tristeza, la difamación o la envidia no van a llamar nunca a su puerta, vive de espaldas a la realidad.
Y ese es el cuarto talento, lo que yo denomino el talento llave, el mayor motivo, como expresa el bolero que hemos escuchado.
Y quiero compartir con vosotros una palabra políticamente incorrecta, que se va forjando en las lóbregas fraguas de la dificultad: Sí, amigos, se trata del carácter: el carácter, el conjunto de cualidades psíquicas, el conjunto, el todo, el ser profundo e integral de cada uno. Y el carácter no se enseña, ni se aprende: se imprime, se crea, se va forjando con el sufrimiento, con las dificultades de la vida, haciéndolas frente, venciéndolas.
Hay presentes aquí representantes del sector empresarial, del muchas veces incomprendido empresario que arriesga y tiene la libertad para emprender y crear valor para la sociedad. Ellos saben mejor que nadie lo que estoy diciendo y que, como dijo Séneca, no hay árbol recio ni consistente sino aquel que el viento azota con frecuencia[14].
Quiero concluir ofreciendo unos sencillos consejos para poder desarrollar al máximo el talento, que condensen y resuman mis palabras dichas hoy. Pueden ser un buen punto de partida para una especie de auditoría interna: Analiza tu “yo” para encontrar pistas de hacia dónde tienes que dirigir tus pasos. Hazte preguntas y respóndelas con sinceridad. Piensa en lo que tú quieres y no en lo que otros esperan de ti.
- Lo que hagas, hazlo bien. Céntrate en pocas tareas y ponte manos a la obra. Ya no está de moda el multitasking, la llamada multitarea. Ahora el verdadero líder debe centrarse en dos o tres talentos en los que sea bueno. Ray Kroc, directivo de MacDonald’s decía que la calidad de un líder se refleja en el modelo que se impone a sí mismo. Recordad a Fidias y a tantos y tantos profesionales que jalonan el camino de la excelencia. Ten palabra. Que no se diga nunca de ti, como en el cuento de El conde Lucanor: Murió el hombre y murió su nombre.[15]
- Observa la realidad. Mira, observa, ‘lee el partido’, como afirmaba un jugador de fútbol recientemente. Mira, observa, lee en el fondo de los acontecimientos (Inteligencia no es más que intellegere, leer dentro). No recurras a una sola fuente de información. La capacidad de observación es la base de todo lo demás. Llevemos dentro de nosotros a Sherlock Holmes. Tagore decía: ¡Abre la puerta y escápate a la calle / y juega al aire libre, a la intemperie / en el polvo y en el barro! [16]
- Dedica un rato al día al silencio. No debe dejarse a un lado la soledad, el silencio, que nos ayudan a madurar a posar nuestras ideas y conocimientos, con cuidado de no instalar en nosotros el egocentrismo.[17] Las mejores ideas surgen en soledad. Los ingleses dicen de una forma un tanto burda, que el ser humano suele pensar en las tres bes: bed, bath y bus, que es en los lugares en los que no es interrumpido. Disfruta del silencio creativo, agradecido, asombrado, y vuelve al ruido con otro talante en tu interior.
- Piensa sobre papel. Solo un 3% de los adultos tiene objetivos claros escritos. Esa gente consigue resultados mucho más brillantes que el resto. Escribir a mano ralentiza nuestro proceso de envejecimiento. Involucra nuestras habilidades motoras, nuestra memoria… Utiliza de forma inmediata los recursos cerebrales, sin la intermediación del teclado. Es lo que denomina el profesor Enrique Rojas, la “inteligencia auxiliar”, que complementa los conocimientos y que los posa en nuestra mente para recurrir a ellos cuando deseemos.
- Organiza tu tiempo. El doctor Marañón afirmaba: “Soy un trapero de mi tiempo”. Debemos vivir en ese equilibro de atender permanentemente a nuestra obra propia mientras somos generosos en ofrecer nuestro tiempo a los demás.[18] Construye cada día como si esa noche salieras de viaje.[19] La experiencia del que sabe lo que es salir de noche de viaje es capaz de hacer a lo largo del día infinidad de cosas que no podría hacer de otro modo. Huye de los ladrones de tiempo, de los “hombres grises” que aparecían la novela Momo, que se manifiestan de mil maneras a lo largo del día.
- Ten siempre un maestro. Busca referentes virtuosos a los que quieras seguir, siempre por la senda estrecha del hábito y de la disciplina, por cierto, palabra que proviene del latín dīscō, discis, discere (aprender). Siempre hay alguien, en algún lugar del mundo, que está trabajando más, mejor y antes que tú en un determinado tema. No hablo aquí de jueces impuestos por las circunstancias. Cuidado con los jurados que deciden si eres bueno o no: no olvidéis, por ejemplo, casos como los de Einstein, al que desahuciaron en su clase. El maestro puede marcarte el camino, pero el que debe andar eres tú.
- Ofrece al mundo una buena imagen, adecuada a lo que deseas ser y ofrecer: En la actualidad, solo nos quedan las imágenes de las cosas. ¿Qué recordamos de las cosas que suceden? Las imágenes. ¿Qué recordamos del terremoto de Haití? Las imágenes. Es tan duro, que desconocemos el número de muertos que hubo, pero sí la imagen de Hillary Clinton visitando a los niños. Cuida tu imagen, en especial en las redes sociales, verdadero currículum de actitudes, extremadamente utilizadas por selectores de personal.
- Huye de la comodidad. Vence la pereza con un hábito. Vencer con la práctica aquellas facetas de tu vida que deseas mejorar hará natural lo que tanto esfuerzo te costaba antes. Practica un deporte. El que no hace ejercicio tiene el cuerpo lleno de toxinas. La fortaleza (fortitudo), según santo Tomás de Aquino, tiene dos vectores: uno activo (aggredi, emprender) y otro pasivo (sustinere, soportar). La filosofía personalista actual defiende, hoy se diría de forma cursi, apuesta, por el segundo. El soportar supone continuidad en el esfuerzo, perseverancia y mayor nobleza de ánimo que el mero hecho de acometer.[20]
- Ten una visión lúdica y abierta de la vida. El juego es la forma más alta de la investigación, decía Albert Einstein. Jugar es conocerse mejor a uno mismo y dar lo mejor de uno a los demás por una causa. En el juego, en la aventura, se conoce de verdad a la persona. Y juego es, por ejemplo, un curso de formación, un viaje con amigos, una experiencia de voluntariado… algo que al mismo tiempo supone un reto para ti y unas normas que hay que respetar. Porque, queridos amigos, no hay mayor creatividad que la que se hace bajo el respeto de la norma.
- Sonríe a la vida. Muchos os dirán que es sencillo, pero no es fácil sonreír; o, mejor dicho: no es fácil sonreír siempre. Mirad a las personas que van por la calle con su traje de paseo: cara seria, grave, circunstancial. La sonrisa es a mi parecer la señal clara de aceptación de la vida, de afirmación de uno mismo sin soberbia, con humildad. Por eso mismo hay que convertir la sonrisa en un hábito. Una sonrisa vale mil palabras. Os diría ahora cientos de beneficios de una sonrisa. La sonrisa se percibe incluso hasta por teléfono. “El corazón alegre hace tanto bien como el mejor medicamento”[21], dijo el rey Salomón. La alegría que brota del corazón es ni más ni menos que un sencillo sí a la vida, con nuestras caídas, nuestros sueños y nuestras contradicciones.
En ningún momento de esta conferencia he utilizado la palabra triunfar, o la palabra éxito, conceptos ambos engañosos en la sociedad en la que vivimos, en donde se confunde el éxito con el reconocimiento mediático, y el triunfo con la mera competición.
El triunfo por el que yo abogo aquí con estos cuatro motivos, estos cuatro talentos (Talento pincel, talento neurona, talento puente y talento llave) que es preciso cultivar, es el verdadero triunfo en la vida. Convertirse en artista de sí mismo, en cincelador de uno mismo. Vencerse a uno mismo, tener el valor de podar, de pulir, de eliminar aquello que no nos es propio, para convertirnos, como la crisálida, como la vidriera, en esos líderes de nuestro propio destino, con el noble fin de servir mejor, en estas horas fundamentales, a nuestra Patria.
Muchas gracias.
NOTAS
[1] De igual modo, define motivación como “Reason or reasons for acting or behaving in a particular way.” Oxford Dictionary of English (2005), 2nd edition. Londres: Oxford University Press, p. 1.145.
[2] Guardini, Romano (1953/2006): Las etapas de la vida. Madrid: Palabra. Prólogo de Alfonso López Quintás, pp. 11 y ss.
[3] Frankl, Viktor E (1946/2004): El hombre en busca de sentido. Barcelona: Herder, p 9.
[4] Miguel de Cervantes. El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Capítulo XLII. Edición Alba Libros (2012), p. 506.
[5] El aforismo griego Conócete a ti mismo (que en griego clásico es γνῶθι σεαυτόν, transliterado como gnóthi seautón) estaba inscrito en el pronaos del templo de Apolo en Delfos, según Pausanias.
[6] Cfr. Betancur, Belisario (2005): “El Quijote, manual de vida”, en El español en el mundo. Anuario del Instituto Cervantes 2005. Madrid, Instituto Cervantes.
[7] Italo Pizzolante (1928-2011), ingeniero venezolano, compuso este bolero.
[8] Barry Schwartz, profesor de psicología en la Universidad de Swarthmore recomienda que, en vez de dejarnos llevar por la posibilidad de investigar y acumular información interminablemente sobre las posibilidades que tenemos a la mano, nos limitemos a sólo tres sitios web, creando así un balance idóneo entre suficiente información y demasiadas opciones. La solución, según indica Schwartz, es aprender a estar más cómodos con el concepto de «suficientemente bueno», en lugar de buscar interminablemente la decisión perfecta, ya que en la mayoría de las decisiones que tenemos que tomar día tras día, la diferencia entre la decisión perfecta y la decisión suficientemente buena es infinitesimal e insignificante, al punto que no amerita el tiempo invertido en ponderar las opciones. Cfr. Schwartz, Barry (2004): The paradox of choice: why more is less how the culture of abundance robs us of satisfaction. Nueva York: Harper Collins.
[9] “Belleza que existe eternamente. Ni nace, ni muere, ni mengua, ni crece. Belleza que no es bella bajo un aspecto y fea bajo otro, ni bella ahora y después ya no. Tampoco bella aquí y fea en otro lugar, ni bella para éstos y fea para aquellos. Ni se podrá representar esta belleza como se representa un rostro o unas manos, ni como un discurso o como una ciencia, sino que esta belleza existe eternamente por sí misma y consigo misma. El hombre debe experimentar este momento de la vida: la contemplación de la belleza en sí para entregarse al mar inmenso de lo bello”. Platón. El banquete, 211a-b
[10] No importa si pintas, esculpes o haces zapatos; no importa si eres jardinero, granjero, pescador o carpintero. Lo que importa es: ¿estás poniendo toda tu alma en lo que estás creando? Entonces tus productos creativos tienen algo de la cualidad divina. Osho (1931-1990)
[11] Marías, Julián (1987): La felicidad humana. Madrid: Alianza editorial.
[12] Frankl, Viktor E.: op. cit., p 156.
[13] Frankl, Viktor E.: op. cit., p 99.
[14] Séneca (2 a.C.-65 d.C.)
[15] Don Juan Manuel (ed1985): El conde Lucanor. Colección Odres Nuevos. Madrid: Castalia, pp. 69 y ss.
[16] Tagore, Rabindranath (ed2014): Gitánjali. Traducción del bengalí por Manuel Díaz Gárriz, S.J. Bilbao: Mensajero, p. 34.
[17] “Demasiada rumia nos disipa, demasiada interioridad nos sutiliza, y, aunque sea espiritual, instala en nosotros el egocentrismo como un cáncer.” Díaz, Carlos (2005). El camino de la virtud. Madrid: San Pablo, p. 18.
[18] Laín Entralgo, Pedro (1980): Libertad y vida en Gregorio Marañón. Conferencia dictada en la Fundación Juan March. Madrid.
[19] Laín Entralgo, Pedro: op. cit.
[20] Díaz, Carlos: op. cit., p. 70.
[21] Prov 17, 22.
© Carlos Ongallo, 2016