En los años setenta, el siempre sonriente cantante Basilio llevó a los primeros puestos de las listas de éxitos su canción ‘Cisne cuello negro, cisne cuello blanco‘. Mis amigos y yo, niños de la época, receptivos a todos los estímulos musicales de la televisión, no dudábamos en aprender canciones de cualquier tipo y para todos los gustos, aunque no entendiésemos de la misa la media. Esta canción -ahora a la luz de los años, mucho más ingenua y deliciosa que entonces- ponía de manifiesto la superación de los contrastes en aras de erradicar las diferencias (también raciales) entre las personas.
Cuarenta años después, con todas las pantallas en color, el contraste negro-blanco podemos vivirlo renovado en dos colores cuasiprimarios como son el rojo y el azul, el azul y el rojo. Nuestras organizaciones, nuestra vida, se debate entre dos colores, dos polos diferentes y divergentes: el azul de la serenidad, la credibilidad, la deseada estabilidad y la plácida bóveda del cielo, por un lado, y el rojo asociado simbólicamente con el movimiento, el corazón, la sangre que calienta nuestras arterias y da la vida al organismo.
En el mundo empresarial, llevamos años asistiendo al auge de empresas celestes, azules marinos, turquíes, que basan su éxito en -precisamente- virtudes azules.
De este modo, la empresa azul prima los objetos, las ideas, los conceptos y los procesos. En su libro Psicología del color, Eva Heller indica que el azul fue el color más apreciado por el 45% de una muestra de 2.000 personas mayores de 14 años. Aunque fría y distante, la empresa azul, propone armonía, espiritualidad y, en diversos matices, fortaleza. La empresa azul no quiere problemas, no los busca; se lanza a la acción desde la contención, nunca desde el arrojo. Su heroismo es la continuidad, la supervivencia, la tenacidad, nunca el salto enérgico al vacío.
La empresa roja, en cambio, añade el ingrediente único y vibrante de la pasión en sus esfuerzos; estas organizaciones aman y odian, comparten y se significan. El rojo es el color del rey y del pueblo, de la sangre y de la alegría, del peligro y del movimiento. Una organización, como todo ente, debe tener ‘alma, corazón y vida’ para cumplir su misión y para acertar a ver su camino.
Se nos ha convencido de la importancia de la misión y la visión (azules) como elementos vertebradores de la estrategia de nuestra empresa. La formulación de ambas es fruto de largos procesos de consultas, borradores, planes. Podremos aportar misión y visión, lanzarlas en nuestros manuales y adherirlas en las paredes, pero hace falta el tercer ingrediente de la estrategia: la pasión (roja). Toda empresa necesita visión (largo plazo), misión (propósito de ser lo que queremos ser) y pasión (voluntad entusiasta de levantarse cuando volvemos a caer).
Cuando caigamos el monocromatismo de nuestra organización, preguntémonos por esas gotas de calor y color que harán de aquella un hermoso contraste.
________
Advertencia final: Durante el siglo XX, ambos colores fueron escogidos en España respectivamente por la Falange (color azul impuesto por José Antonio Primo de Rivera en las camisas de los militantes) y el comunismo en casi todas sus ramas (elegido por los revolucionarios rusos en 1919). La denominación ‘rojo’, ‘azul’, referida a militantes comunistas o falangistas, extendida a las ideologías concomintantes, aún hoy, amenaza con salpicar cualquier análisis cromático con tintes (nunca mejor traídos) políticos. No sucumba el lector a considerar ’empresa roja’ aquella cuya clase proletaria ha tomado por la fuerza los medios de producción, y ’empresa azul’ la que navega plácidamente guiada por un príncipe de estirpe real. 😉