No importa cuándo, no importa por qué, he visto a una persona, no importa quién, que ha dicho a otra: “Gracias. Hoy me he quitado cincuenta años de encima”.

¿Qué ha pasado? He sido testigo de todo este proceso rejuvenecedor, que me ha emocionado dado el contexto en el que se producía, y me he convencido de la importancia de ayudar a las personas a volver a su infancia, a su inocencia, a un estado feliz que, sin meros idealismos alejados de la realidad, les instale, les reinstale, en lo mejor que sus sueños puedan desear.

web34Y eso se consigue mediante la observación. No en vano, como Norbis estudió en 1971, el sentido de la vista supone más de un 80% de las percepciones totales de una persona. Y la observación es a la vista como el pensamiento es a la mente: su acción o efecto. Observemos, pues. Observando a los niños es fácil deducir cuatro características de su felicidad:

  • Fijación en el presente. Los niños viven en permanente estado de presencia, desconocen la palabra futuro, esperanza, previsión, mañana… Este presente continuo les hace vivir intensamente sin muchos recuerdos (pasado) y aun menos preocupaciones (futuro).
  • Espontaneidad. La curiosidad, el innatismo como exploradores de la vida, de la naturaleza, del otro… es otra de las claves de la felicidad infantil. La espontaneidad nace de la voluntad de saber, de aprender, de no haberse puesto aún reglas ni condicionantes sociales, muchas de las cuales acaban por ahogar la imaginación y su hermanita la creatividad, que no son otra cosa que relacionar conceptos de una forma mágica.
  • Sentido permanente de la vida como juego. El sentido de juego está más presente en el ser humano que en las demás especies animales, tan presente que casi forma parte de la definición de la vida. Una vez cubiertas las necesidades de alimento y cobijo, nos dedicamos a jugar, a establecer relaciones regladas con el fin de expandirnos, di-vertirnos,… Un niño juega, juega por norma, por sistema. Todo en él es juego: creación de vínculos con el juguete, el mando de la televisión, los amigos, sus padres, la tierra, la pelota…
  • Cariño. El cariño de un niño es la cuarta característica de la felicidad infantil, un cariño manifestado en la sonrisa. No me atrevo a decir amor por la enorme complejidad que tiene esa palabra. Me quedo con cariño, que es una palabra infantil, asociada con la ternura y la ausencia de compromiso, compromiso que el amor sí que trae consigo. El cariño es una forma sencilla de mostrar agradecimiento por la vida y por los demás.

Una persona que ha vivido una infancia feliz (fijada en el presente, con espontaneidad, en juego permanente y habiendo crecido en un clima de cariño…) será una persona adulta, madura y llena de posibilidades para mejorar el mundo. Por eso, es bueno, recomendable como dieta de rejuvenecimiento, volver, de vez en cuando, a la infancia. Es un viaje fácil y barato, que tan solo requiere firmar estas cuatro cláusulas.